Gil Gidron cree en España. Ve potencial en ella mucho más allá de los aspectos superficiales (“Me gusta el fútbol, pero puestos a hacer noble a alguien, me habría decantado por Amancio Ortega antes que por Del Bosque”). Eso sí, echa de menos una esfuerzo director, una guía que canalice y dote de sentido todo el potencial innovador y de renovación que el país atesora. Desde hace años, contribuye a buscarla proponiendo a empresarios y políticos que echen un vistazo al modelo económico israelí. No en vano una nación que, pese a desarrollarse en una de las áreas más conflictivas del planeta, se las ha arreglado para inventar soluciones ya tan extendidas como el puerto USB, la mensajería instantánea o el buzón de voz, sin duda, tiene mucho que proponer.
Comencemos hablando de España. Usted, ya en 2005, escribía que con el modelo de crecimiento de entonces no íbamos a ninguna parte…
¡Es que los números ya entonces cantaban! Y la crisis mundial sólo ha contribuido al desenlace inevitable. Y aún no hemos terminado: aparte de las acciones que ya desarrolla la Comisión Europea y el Gobierno, sobre todo en cuanto al gasto, queda muchísimo por hacer en lo que respecta a los ingresos, cambiando el modelo de crecimiento como ya defendíamos entonces, con tres pilares: conocimiento, innovación y emprendimiento.
¿Cómo puede ayudarnos Israel?
Ofrece un modelo de emprendimiento mediterráneo que bien podría adaptarse a España, con las salvedades necesarias. Estamos ya trabajando con el Gobierno central, y también con alguno regional, para poner de manifiesto que allí existe un modelo que puede ser útil, basándonos en la convicción de que para salir de esta crisis necesitamos muchas miles de pymes. Si logramos crear 30.000 de ellas, si cada una logra emplear entre 2 y 7 personas, el problema del desempleo será muy diferente.
De primeras, en España, no encontrarían financiación. ¿Qué hacemos?
Lógico: la banca no entiende al emprendedor. No sabe atender a un cliente que se presenta sin cuenta de resultados, sin ni siquiera actividad. Se necesitan otras fuentes como el capital riesgo y desde 1983 hay en Israel un marco normativo que lo atrae. Hasta el punto de que es ya el segundo mercado del mundo preferido por el capital riesgo, sólo superado por California. Eso sí, en cuanto a inversión per cápita es el primero pero con mucha diferencia. La clave es la colaboración público-privada. En Israel, el Gobierno empezó promocionando diez fondos de capital riesgo. Esos se han multiplicado por 170 y son completamente privados.
El Gobierno primero atrae y luego se retira, por tanto…
Eso es: entra en un sector donde hay una necesidad, lo organiza y luego se aparta. Lo que se ha invertido ya se recuperará en creación de trabajo y en impuestos. Allí, por ejemplo existe el llamado chief scientist, nombrado por el Gobierno, tiene su presupuesto y es el encargado de señalar sectores y tecnologías. Cuando la prioridad era la nanotecnología, se puso en contacto con las universidades para que crearan licenciaturas, másteres y doctorados en esa materia. En España, no sé si el CDTI realmente puede hablar con las universidades.
O con los Gobiernos regionales…
Desde luego no necesitamos 17 centros de nanotecnología. Tampoco se trata de crear grandes y fastuosos parques tecnológicos. Lo importante es el contenido, no el continente. Delimitemos en qué sectores podemos ser competitivos a escala mundial y centrémonos plenamente en ellos.
¿Y dónde los encontraremos en España?
Para empezar se puede innovar en sectores tradicionales. Israel fue consciente de la necesidad de avanzar en el sector textil y creó un centro específico, por ejemplo para crear esas fibras sintéticas ahora tan extendidas y que tan bien transpiran. No olvidemos que, hace tan sólo 30 años, Israel era un país agrícola, exportador de las naranjas que se cultivaban en el kibutz. Ahora allí surgen 4.000 start-ups innovadoras cada año. Y no es ningún milagro: es fruto del trabajo duro.
¿No influye también la mentalidad?
Es importante. En Israel se suele decir que confían más en un emprendedor que haya fracasado dos veces que en uno que no sepa nada de una experiencia así. Es algo que debe transmitirse desde el colegio. El promedio mundial de éxito en los proyectos de emprendimiento es del 20 por ciento. Los israelíes son conscientes de ello y no los acobarda. Hasta el punto de que me he encontrado con la siguiente respuesta a la hora de tratar con estudiantes israelíes: “Nosotros no queremos trabajar para una multinacional, sino crear nuestras propias empresas”.
Todo suena opuesto al carácter español. ¿Cómo nos ven allí, en estos tiempos de recesión y paro en el 25 por ciento?
Los israelíes son más optimistas con respecto a España que los propios españoles, debido a su tendencia a crecerse ante las dificultades. Quizás sea esa fortaleza la que les ha permitido ser el único país desarrollado que no ha entrado en recesión en ningún momento en los últimos años. Además, Israel quiere abrirse a nuevos mercados y, por ejemplo, para llegar a Latinoamérica, España puede servir de gran ayuda. En Israel el modelo que se persigue es el basado en lo que llamamos la pyme multinacional, un paradigma que también encajaría en España.