España es uno de los grandes líderes internacionales en investigación biotecnológica, pero pierde posiciones cuando se habla de transferencia tecnológica, es decir, en creación de empresas. Aun así, su peso en la economía nacional es cada día más importante. Anualmente, el conjunto del sector mueve más de 76.000 millones de euros, por lo que ya supone el 7,15% del Producto Interior Bruto (PIB) español, según cifras de la patronal biotecnológica Asebio. En total, existen más de 3.025 empresas dedicadas a la investigación y desarrollo biotecnológico. Y aunque el 97% de estas firmas son pequeñas y medianas compañías, lideran la creación de empleo, con incrementos anuales de plantilla que superan el 20%.
Sin embargo, desde que comenzó la crisis, el país está perdiendo posiciones en los ranking internacionales de I+D, sobre todo por el recorte de ayudas públicas y la falta de incentivos fiscales a la investigación, que se traduce en un menor registro de patentes. Según el último informe Cotec, realizado por la Fundación para la Innovación Tecnológica, la inversión en I+D en España se ha recortado entre un 3% y un 6% anualmente desde 2009. El Gobierno está decidido a dar un giro radical a estas estadísticas y se ha fijado en el sector biotecnológico israelí como inspiración, líder mundial en creación de start ups, para diseñar un modelo empresarial y económico basado en la innovación. El modelo israelí Gil Gidrón, presidente de la Cámara de Comercio España-Israel, explica que el ecosistema israelí está basado en tres grandes pilares: financiación pública y privada de la innovación, desarrollo de la cultura emprendedora desde la escuela y focalización en sectores concretos. Este experto asegura que “el modelo no es copiable, pero sí hay muchos aspectos que se pueden adaptar a España”. En su opinión, aunque ya se están dando algunos pasos, todavía queda mucho camino por recorrer y hace hincapié en que aunque se suele hablar del milagro israelí, este caso no es para nada fortuito, sino fruto de una estrategia pensada a largo plazo e implementada poco a poco. De hecho, la revolución tecnológica que ha convertido a Israel en un referente en start ups empezó en 1993, cuando el Gobierno decidió crear, en un país pequeño y sin recursos naturales, un entorno que favoreciera la innovación tecnológica como base de la economía nacional. Una década después, el programa se materializó en la creación de Yozma, un fondo de inversión de 210 millones de dólares (153 millones de euros). El 85% del capital comprometido procedía de las arcas públicas, pero eran gestores privados de capital riesgo quienes se encargaban de decidir las inversiones. El dinero se invirtió, principalmente, en la creación de nuevas empresas, concretamente, se realizaron cerca de 600 inversiones anuales entre 2003 y 2012. Los resultados no se han hecho esperar. Hoy en día, existen cerca de 3.500 compañías tecnológicas activas e Israel es el líder mundial en start ups per cápita. En opinión de Paris de l’Etraz, director del Venture Lab (laboratorio de emprendedores) de IE Business School, una de las grandes diferencias con España tiene que ver con el espíritu emprendedor: “En Israel se puede fracasar muchas veces y allí se ve como una forma de ganar experiencia”. De hecho, prácticamente uno de cada dos proyectos que se apoyaron con el fondo Yozma no llegaron a buen fin, pero aun así se siguió apostando por seguir financiando nuevas iniciativas. En opinión de parís de l’Etraz, “España tiene todo para tener éxito, salvo la cultura emprendedora”. De hecho, el Gobierno español ha encargado un informe para comparar ambos países y analizar los puntos fuertes y las debilidades de cada uno para saber hasta qué punto el modelo de Israel es exportable. Los resultados del estudio señalan que las grandes ventajas de España son su infraestructura industrial, su facilidad de comercialización internacional (especialmente respecto a Europa y Latinoamérica) y el atractivo del país para captar talento del extranjero. El experto de IE Business School coincide a la hora de resaltar estos puntos fuertes e insiste en que el principal factor diferencial es la mentalidad a la hora fomentar la creación de empresas, que “debería trabajarse desde la escuela”. El informe también hace referencia a este punto y califica como “baja” la cultura emprendedora en el país. Sin embargo, éste no es el único obstáculo que identifica y hace hincapié en otros factores en los que España debe mejorar. Los más importantes están relacionados con la financiación privada y de fondos de capital riesgo y los incentivos a la I+D. La escasez de inversores especializados “Lo que no financias, no funciona”, apunta Gil Gidrón, que señala que el apoyo económico a la creación de empresas innovadoras “en Israel está mucho más desarrollado que en España”, donde es hasta diez veces inferior. A la hora de hablar de inversión, las diferencias entre ambos países se hacen patentes. El problema es que, hasta el momento, el capital riesgo privado prácticamente ha estado ausente en la financiación de proyectos iniciales. Mientras que en Israel existen cerca de 25 incubadoras biotecnológicas, apoyadas por una veintena de fondos (muchos de ellos con capital público, pero también privado), en España sólo hay tres firmas de capital riesgo especializadas en este ámbito: Ysios, CRB Inverbío y Suanfarma, y sólo esta última cuenta con una incubadora de proyectos. “El capital riesgo en España está enfocado a desarrollo y expansión, pero menos a capital semilla, lo cual restringe notablemente la aparición y financiación de nuevos proyectos y emprendedores”, explica Héctor Ara, presidente de Suanfarma y profesor de Gestión de la innovación de másteres de dirección de la Universidad de Alcalá y de la de Almería. Ara añade que España tiene excelentes compañías especializadas en fusiones y adquisiciones, así como más de 80 gestoras de capital riesgo que cubren con holgura las operaciones de capital desarrollo y expansión, “pero existen pocos inversores especializados y formados en el área del capital semilla, que den soporte y financiación a nuevas start ups”, destaca. En opinión de este experto, “el capital riesgo responde más a las características del private equity (adquisición de medianas y grandes compañías) que al concepto de capital riesgo en su acepción original (apoyo de proyectos incipientes). Y existe una diferencia sustancial entre adquirir compañías ya en marcha a fin de potenciarlas y mejorar sus resultados con el objetivo de desprenderse de ellas realizando una plusvalía, o apostar por un proyecto empresarial incipiente y expectativas de rentabilización a largo plazo. Sin embargo estos proyectos requieren volúmenes de inversión menores y tienen mayor potencial de rentabilidad. Asimismo, son fundamentales para el desarrollo de un nuevo tejido productivo y productos y servicios innovadores y de alto valor añadido, para lo cual es esencial potenciar iniciativas que propicien inversiones de capital-semilla”, De hecho, la rentabilidad de los proyectos biotecnológicos está más que probada. En Israel, por ejemplo, los fondos invertidos han logrado un retorno del 40%, a pesar de que la mitad de los proyectos han fracasado. Sin embargo, los que han tenido éxito han sido capaces de compensar las pérdidas del resto. Esta buena evolución se repite cuando se analizan las estadísticas de los grandes fondos profesionales. Por ejemplo, el Dexia Equities Biotechnology, fondo invertido en compañías de biotecnología (el 80% de ellas estadounidenses), se ha revalorizado en los últimos cinco años un 228%; además, de los diez fondos que más han crecido desde que comenzó la crisis, la mitad están especializados en este ámbito, según datos de la firma de valoración española VDOS. “La biotecnología es ciertamente un sector innovador de riesgo elevado y largos plazos de rentabilización, pero igualmente de altísima rentabilidad en los proyectos que alcanzan el éxito”, señala Héctor Ara. Y añade que “en su conjunto los fondos del sector de la biotecnología ha sido la categoría más rentable en 2013 a nivel internacionaly en los últimos 5 años sus rentabilidades superan el 150%, lo cual contrasta con el resto del mercado en tiempos de crisis. Todo esto demuestra que el binomio rentabilidad-riesgo es muy positivo”. La creación de un ecosistema Sin embargo, los expertos coinciden a la hora de señalar que el desconocimiento del sector en España por parte de los inversores cualificados ha sido uno de los grandes obstáculos hasta el momento, por lo que han preferido diversificar hacia otros sectores. Sin embargo, el Gobierno parece decidido a darle un giro a esta situación y, además de fomentar diferentes programas de apoyo a los emprendedores a través del Centro para el Desarrollo de Tecnología e Innovación (CDTI), ha puesto en marcha un fondo al que prevé destinar 1.200 millones de euros a través del Instituto de Crédito Oficial (ICO) y cuyo funcionamiento será muy similar al que en su día constituyó Israel y que ha sido la clave de su éxito: dinero público gestionado por fondos privados. El objetivo es crear un ecosistema de emprendedores que también sea capaz de atraer capital privado y, sobre todo, inversión extranjera. Gil Gidrón explica que un efecto colateral que tuvo la iniciativa israelí fue la atracción de grandes multinacionales que se establecieron en el país, atraídas por los proyectos que allí se estaban desarrollando. Fue el caso, por ejemplo, de Microsoft, Intel, Samsung, Cisco o IBM, que establecieron en Tel-Aviv y Jerusalén centros de I+D. El presidente de la Cámara de Comercio España-Israel reconoce que el Gobierno que preside Mariano Rajoy “está intentando emular estos programas, pero todavía queda trabajo por hacer”. Reconoce que en los temas de financiación se está avanzando por el buen camino, pero insiste en la idea de que hay aspectos que son más difíciles de copiar, como es la falta de cultura emprendedora. En su opinión, la educación es un aspecto clave en todos sus sentidos. No se refiere sólo a inculcar la importancia de la creación de empresas desde la escuela, sino también a la excelencia en la universidad y la transferencia tecnológica desde el mundo académico a la empresa. No en vano, en Israel han nacido seis premios Nobel y si bien España tiene una amplia infraestructura universitaria, sus centros no están entre los primeros del mundo por falta de especialización. Por ejemplo, el Instituto Weizmann y la Universidad Yissum de Jerusalén son dos referentes mundiales en la transferencia de sus investigaciones científicas al mundo empresarial, que han logrado gracias a la separación de la parte investigadora de la gestión, ésta última en manos de fondos de capital riesgo privados. Sin embargo, en España todavía se apuesta porque sean los propios científicos quienes estén al frente de la compañía que desarrolla comercialmente su investigación, en lugar de ser sólo accionistas. Paris de l’Etraz, de IE Business School, considera que la crisis puede ser un buen momento para forzar un cambio en la cultura emprendedora. “Mucha gente se ha visto obligada a emigrar y a salir de su zona de confort, y en época de crisis muchos se ven forzados a emprender”. De l’Etrz no tiene dudas: “Las oportunidades en España son las mismas, e incluso más, que en Estados Unidos o Israel. Si se produce un cambio cultural, ya lo tendrá todo para tener éxito.”
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Publicado el: 05/03/2014 |